“Mansión Oriental”: del hotel al solar (Primera Parte)

Crónica de una mansión en Marianao

A Guillermo Hernández, la semilla de todo esto

Por: Lisbeth Moya González 

Foto: Lisbeth Moya González 
Entrada de la actual "Mansión Oriental"


En mi casa pudo haber dormido Meyer Lansky, el mafioso; un Jack Jhonson, campeón de boxeo, triste y derrotado, o un joven Luis Chevrolet, que había puesto su nombre a la famosa marca de autos. En el espacio que ocupa mi cama pudo haber despertado hasta un judío polaco trotskista, que murió en Polonia en un extraño accidente de tráfico. 

Cartel Promocional del Hipódromo de Marianao. Tomado de Internet  

El hipódromo “Oriental Park” estuvo ubicado en el sur del barrio de Los Quemados, del municipio  Marianao, en La Habana. Desde su inauguración el 14 de enero de 1915, fue un centro de carreras de caballos pura sangre, operado por el Club de La Habana “American Jockey de Cuba”. Grandes deportistas como Laverne Fator y Albert Robertson, montaron allí, frente a la élite económica cubana y norteamericana, pues se convirtió en un lugar de moda.

El hipódromo desde dentro. 
Tomado de Internet 
 
Su fama aumentó en 1937, cuando Meyer Lansky obtuvo el control, pero para ese entonces, ya le precedían dos grandes momentos de gloria. Primero, la célebre pelea de boxeo de 1915 entre Jack Johnson y Jess Willard, el boxeador blanco en que la aristocracia puso todas sus esperanzas, para derrotar al campeón mundial. El afroamericano Jhonson perdió esa tarde por KO, luego de veintiséis asaltos y la pelea pasó a la historia, no solo por la derrota, sino por el rumor de que el campeón se había dejado ganar. Luego, el hipódromo acogió también varias carreras de Luis Chevrolet entre 1920 y 1928. 

Pasillo trasero de "La Mansión Oriental" en la actualidad. Foto: Lisbeth Moya González 

Vivo en “La Mansión Oriental”, un solar difícil de esos que abundan en la periferia habanera. A solo una cuadra del hipódromo de Marianao, entre las ruinas de su grandeza anterior, se levanta este caserón, que siempre parece estar a punto de derrumbarse con familias diversas, vagos, delincuentes, obreros e intelectuales incluidos. Por encima del bullicio de amas de casa en pugna, música constante proveniente de diferentes direcciones, niños recién nacidos y perros peleando, por encima de ese caos, suena el violín de una niña que estudia y algunos tratamos de escribir historias. 

Pasillo interior de "La Mansión Oriental", hoy. Foto: Lisbeth Moya González 

Mi casa es una de las pequeñas habitaciones de ese hotel, que tras la Reforma Urbana le fue otorgada a Guillermo Hernández, el abuelo de mi pareja. Antes de que Guillermo y Rosita, su esposa, intentaran vivir aquí, el cuarto estuvo alquilado por un judío polaco trotskista que llegó a La Habana huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Después de 1945, el inquilino regresó a su país con la intención de construir un Estado judío socialista en parte de Polonia y evitar que triunfara el Estado sionista de Israel. En sus intentos revolucionarios, murió en un sospechoso accidente de tráfico durante el régimen del estalinista Bierut. Curiosamente, casi ochenta años después, los anaqueles del cuarto de hotel en que vivió en Marianao, están llenos de libros de León Bronstein, porque aquí vive Frank García Hernández, mi esposo y especialista en Trotsky y trotskismos. 

Carrera de caballos en el hipódromo. Tomado de Internet 

Antes del triunfo de la revolución este lugar era una casa de huéspedes. Todos la conocían como “La mansión” o el hotel “Oriental Park”, que era como se llamaba el hipódromo. Al lado había un cartel que decía “La media milla”, el nombre de una bodega víveres. Media milla era la distancia que corrían los caballos en el hipódromo. 

La "Mansión Oriental" antes de 1959. Ubicada en la Esquina 59 y 106. Marianao. Tomado de Internet 

El edificio estaba ubicado en la “Finca Paraíso” que cambió varias veces de dueño. Lo cierto es que la propiedad del hotel en los años cincuenta se le atribuye a un mexicano al que le decían “El Charro”, que terminó arrendándoselo a una pareja que vivía en el primer piso. Ella era una gallega llamada Vicenta Ayres  y él un cubano, Manuel Veiga. 

La "Mansión Oriental" en la actualidad. Foto: Lisbeth Moya González 

Vicenta era una mujer muy agradable que se peinaba siempre hacia atrás, con un moño recogido en el centro de la cabeza. Se levantaba temprano para poner todo en orden en la casa, siempre elegante, limpia y muy pulcra de ropas y palabra. Era una persona muy recta, que solo alquilaba a matrimonios  y en todo caso a hombres o mujeres sin pareja, con la condición de que a los cuartos no podía entrar nadie más. Ambos eran personas muy moralistas. 

Interiores de "La Mansión" hoy. Foto: Lisbeth Moya González 

“La Mansión” se inauguró poco tiempo después de que surgiese el hipódromo. Era una construcción imponente con puertas y ventanas de cristal. Siempre pintada de blanco y muy limpia. Tenía unos jardines amplios, llenos de árboles y algunos bancos para descansar. Había una fuente en la entrada y varios portones enrejados: uno que conducía a la puerta principal, dos a los laterales para los autos y otro que servía para independizar el corredor de las habitaciones traseras. 

Puerta de entrada de "La Mansión" actualmente. Foto: Lisbeth Moya González 

El comedor era espacioso y estaba ubicado al final del pasillo central, que alternaba con habitaciones y balcones asomados al patio.  Las mesas de cristal del restaurante y los sillones del corredor, estaban a disposición de visitantes e inquilinos, que por solo veinte pesos se alojaban durante un mes y por un peso diario, almorzaban y comían. 
Las habitaciones tenían todas las comodidades posibles en la época: agua caliente todo el día, camas enormes y cómodas, a juego con la decoración. Todos los muebles y escaleras eran de madera fina torneada y en el recibidor había varias vitrinas llenas de cristalería, reservadas para las celebraciones.

Pasillos superiores del edificio trasero de "La Mansión" actualmente. Foto: Lisbeth Moya González 

 La segunda planta del edificio principal  tenía dos enormes terrazas para descansar en las tardes calurosas. Allí estaban las habitaciones más amplias y lujosas, así como la residencia de los dueños y el comedor. Separado por un pasillo trasero había un edificio más pequeño de dos pisos, en forma de ele,  cuyos cuartos, de menor costo, eran alquilados por el servicio y sus familiares, así como por clientes de menores recursos. 

Calle 106, lateral a "La Mansión Oriental" que conduce al antiguo Hipódromo, actualmente la empresa Transimport. Foto: Lisbeth Moya González 

La calle que hoy está llena de basura, era una avenida impecable que conducía al hipódromo. En la otra esquina había un bar llamado “Candilejas”, que tenía fama de prostíbulo. Ni el bar, ni la bodega, ni el hotel eran propiedad del dueño del famoso “Oriental Park”, pero la vitalidad económica se la debían a ese lugar. En estas habitaciones pudo haber dormido cualquiera de las grandes figuras que pasaron por allí, aunque de ese tema no exista registro alguno, aunque esto hoy sea un solar con nombre de mansión. 

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