Puta y anarquista (Segunda parte) vivir el Covid 19 en El Raval

Por: Lisbeth Moya González y Frank García Hernández 

Jeannette, la trabajadora sexual y vocera del Sindicato de Putas Indignadas de Barcelona, nos informa cómo viven la pandemia del Coronavirus los sectores de economía sumergida en Barcelona

Sasha tiene veinticinco años y no sabe qué es el Coronavirus, ni en qué ciudad está ahora mismo. Sabe quién es su dueño y qué tiene que hacer, para que su hija pueda ir a la escuela en Bulgaria. Desde los veinte años paga una deuda que cada día es mayor. Teme morir a manos del tipo, que en los últimos tiempos la hace trabajar en condiciones aún más extremas por culpa de la situación crítica que ha generado el Covid-19. 


En el Estado español hay muchas Sashas, que en medio de esta epidemia, pagan con su piel el costo de la crisis. Una parte de las cincuenta mil mujeres que ejercen la prostitución, en concreto unas 2000, tuvieron que dejar sus clubes convertidos legalmente en “hoteles” y “hostales”, ante el decreto de Estado de Alarma, que obligó a cerrarlos en todo el territorio. En esos locales, las mujeres pagan normalmente un promedio de 60 a 65 euros diarios por alojarse, comer y ejercer la prostitución. Según el último estudio de la Policía Nacional Española, hace seis años existían unos 1600 burdeles en dicho país y Barcelona era la provincia con más clubes, con 139 locales registrados.


Las integrantes del Colectivo de Putas Indignadas de Barcelona dejaron de laborar en cuanto se decretó el Estado de Alarma debido a la pandemia por Coronavirus, porque al trabajar estableciendo contacto físico con sus clientes, eran personas de alto riesgo. Algunas trabajadoras sexuales de El Raval tienen la suerte de estar organizadas, pero no sucede así con algunas que como Sasha, no solo son extranjeras, sino que también ejercen bajo el mando de terceros. 
Jeannette, como vocera de dicho colectivo, especifica que incluso bajo la protección del sindicato a algunas les cobran habitaciones, aún cuando no están trabajando y eso va a provocar que cuando salgan de la cuarentena, haya mujeres con deudas astronómicas. “La cuestión es que aunque las instituciones nos tengan excluidas del sistema y no hablen directamente de nosotras, no significa que no estemos organizadas y que no suframos lo mismo que sufre cualquier obrero en esta situación”-insiste- . 

El Covid 19 y la situación de las trabajadoras sexuales 

Tras el primer caso de infección por Covid- 19 en Barcelona, informado el 25 de febrero, la crisis ha aumentado al punto de que según el nuevo cómputo del Departamento de Salud, hasta el 16 de mayo existiesen 63 114 enfermos de Coronavirus y 11 477 muertos. Dentro de esta cifra, al menos  620 personas murieron en sus casas y aún se contempla un margen enorme de muertes sospechosas, no contabilizadas. Los barrios con más incidencias del virus son los distritos más humildes como Nou Barris y San Martín. El Raval, en cambio, es una zona con rentas bajas y por ende de personas con pocos ingresos, pero hasta ahora es una de los lugares menos afectados, con solo 77 infectados cada 10 000 habitantes. 


Han pasado ya exactamente seis meses de nuestro encuentro inicial con Jeannette en El Raval. Decidimos continuar la entrevista desde Marianao, ahora por las redes sociales, desde el cordón obrero de La Habana. Como gran simbolismo, nuestro pequeño apartamento que fue una habitación del hotel La Mansión Oriental, lugar desde donde se ejercía la prostitución. Esta casa fue un prostíbulo hace más de cincuenta años, dato que asombra a Jeannette. Nuestra principal preocupación es cómo se enfrentan ante esta pandemia, no solo las compañeras del colectivo de Putas Indignadas, sino también el resto de las y los trabajadores sexuales. 


“El colectivo al que pertenezco tiene la suerte de radicar en el barrio de El Raval, donde es muy fuerte el espíritu sindicalista, anarquista y rebelde. Fuimos uno de los primeros grupos de mujeres y de trabajadoras sexuales que se sumó a la huelga de alquileres del movimiento anarquista de Canarias y no permitiremos que la crisis que se nos viene encima, sea como la de 2008, en que muchas nos callamos y sufrimos en silencio, porque es muy triste no tener para pagar tu casa, llenar la nevera o negarles el alimento a tus hijos, porque no tienes de donde sacarlo”. 
“Algunas compañeras han logrado regresar a sus países de origen. Todas estamos muy comunicadas y hasta este momento ninguna se ha infectado con el virus. Están bien en cuanto a salud, pero todas tememos por lo que nos espera cuando salgamos. Queremos un compromiso específico del gobierno para resolver esto”. 


“En mi mente conspirativa hay todo tipo de teorías respecto a este virus y no dejo de pensar que es un bichito creado en laboratorio, que no se ha escapado por casualidad, porque en el sistema capitalista las crisis son propiciadas para demostrarnos lo vulnerables que somos. Esta crisis va a ser muy diferente y lo estamos demostrando, ya existen redes a nivel del barrio, el movimiento de los manteros está haciendo una labor extraordinaria entregando ropa para los sanitarios, porque  a pesar de que Europa es el primer mundo, se ha descubierto que no hay ni camas suficientes, ni recursos médicos y de protección real contra esto”.


“El pago de esta crisis no va a salir de nuestra gestión. Esta vez, vamos a obligar a la institución. Supuestamente el ayuntamiento estableció un canal de comunicación para ayudar a las trabajadoras sexuales que atraviesen por situaciones precarias en este momento de aislamiento. Y aunque el trabajo sexual no está penalizado, tampoco está reconocido como actividad laboral y esto nos hunde en una peligrosa situación de irregularidad donde estamos expuestas a que nos nieguen todo tipo de ayuda. Como legalmente no existimos, solo dependemos de la supuesta buena intención del gobierno burgués”.

“El estigma puta atraviesa a las mujeres. No todas están dispuestas a presentarse ante una la moralista señorita del ayuntamiento y decirle: yo soy trabajadora sexual y no tengo comida o mi casero me está pidiendo que pague la renta. Peor aún es para las inmigrantes, que no tienen papeles, ni cómo acceder a ayuda alguna. También corremos el peligro de que muchos caseros quieran cobrar con trabajos sexuales las habitaciones”. 

Economía sumergida

El 39% de los hombres en España ha pagado por tener sexo con una prostituta, según el último Informe de las Naciones Unidas. Se calcula que el negocio de la prostitución reporta un monto de 20.000 millones de euros anuales. 

“Para nosotras hoy es relativamente fácil ser escuchadas en el Ayuntamiento, por la pelea que hemos dado, pero ahora estamos dispuestas a llegar a la Generalitat para protestar, porque no vamos a permitir que esta crisis la paguemos los pobres. Hay un fondo que tiene la institución para estos casos y lo está administrando siempre para favorecer a los trabajos normativos, dejando a un lado a los de economía sumergida que realmente somos los que mantenemos al país”.
“En este contexto no solo entran las trabajadoras sexuales, sino también las personas sin hogar, los que consumen drogas o tienen adicciones, los que tienen problemas de salud mental, los que están en la calle, los inmigrantes y muchos más. Ahora estamos recogiendo firmas para que se abra una amnistía que favorezca a los que no tienen papeles con una residencia para trabajar, porque cuando salgamos de la crisis va a haber mucho desempleo y en ese segmento de la población hay mucha gente cualificada para enfrentar la situación, desde médicos y enfermeros, hasta profesionales de todo tipo”. 


“Los suministros que está dando el gobierno a las personas más necesitadas son una vergüenza. Están dando un picnic, solo un bocadillo de jamón o tortilla al día. Ellos piensan que con eso es suficiente, o no les importa, porque en algunos casos hay hasta tres familias con niños compartiendo un piso”. 
“Algunos compañeros  intentaron repartir víveres a estas personas, pero la policía de turno, en este caso, la Guardia Urbana que pertenece al Ayuntamiento - Policía Administrativa a la que le han dado manga ancha para pegarle a cualquiera que esté en la calle,  porque se están aplicando la Ley Mordaza- no solo los arrestó y les cobró una multa enorme para cada uno, sino que les decomisó la comida y la tiró a la basura”. 

Contrario a lo que ingenuamente se cree, este virus no ha demostrado que todos somos iguales. Como organismos biológicos sí, somos iguales, pero las clases sociales no. La mayor parte de las muertes por el Covid19, no se encuentran en la burguesía, sino en la clase trabajadora. Solo organizadas y desde una perspectiva de clases, las trabajadores sexuales podrán luchar por sus derechos. La prostitución solo desaparecerá cuando la clase trabajadora se libere de sus cadenas, y no por el desacertado anhelo de un errado grupo político. En la lucha por la destrucción del capitalismo están también ellas, las Sashas y las Jeannettes, putas, anarquistas y libres, trabajadoras, todas. 

                                      El Raval, Barcelona, noviembre de 2019- Marianao, La Habana, abril de 2020. 


Consideraciones finales de los autores: 


La única manera por la cual una prostituta no sea estrictamente una trabajadora libre es porque sea literalmente una esclava realizando trabajo esclavo: en este caso ella es una mercancía y el proxeneta su propietario. Esta situación se da, no pocas veces, con las mujeres que emigran de Europa del Este hacia el Estado Español, Francia, Alemania, Suiza, Austria Italia y otros países de la región. Sin embargo, una vez que la prostituta es libre y trabaja para ganar su propio sustento, comienza a ser una trabajadora sexual. 
Es asombroso que algunos grupos de ultraizquierda, que incluso se titulan marxistas, no comprendan esto. Las prostitutas son trabajadoras, porque venden su fuerza de trabajo, es decir, sus condiciones físicas e intelectuales como mercancía, y no su cuerpo, como sí sucede en el caso de quienes viven bajo un régimen de esclavitud. Si vendieran su cuerpo, se transformarían en esclavas. 
El abolicionismo solo significa eliminar ese trabajo sin analizar lo que puede implicar para las compañeras que ejercen esa ocupación. Quienes promueven esa teoría deberían tener más contacto con los colectivos donde se organizan las trabajadoras sexuales, sean mujeres o transexuales, incluso hombres. Quienes promueven el abolicionismo, porque la prostitución significa explotación para la mujer, pierden toda perspectiva marxista: la mayoría de la clase trabajadora, labora en condiciones de explotación. No es entonces, abolir un trabajo en sí, es destruir el sistema capitalista. No es tampoco promover la prostitución, pero sí defender a las compañeras de las agresiones del capitalismo. Quienes no comprenden que las prostitutas, en tanto no sean esclavas, pertenecen a la clase trabajadora, deben reconsiderar llamarse marxistas y detenerse un poco más en la obra de Marx.
 Hay que abolir la esclavitud sexual y acompañar en la lucha –de clases- cotidiana a los colectivos de trabajadoras sexuales. La tarea de un comunista no es atacar a dichos colectivos, sino lograr que se radicalicen cada vez más, se organicen cada vez más y pasen de ser organizaciones que abogan solo por sus derechos inmediatos a organizaciones revolucionarias. 
Frank García Hernández y Lisbeth Moya González. 

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