Sálvate, Jesús María

Por: Lisbeth Moya González 

Este poema es la estampa de un barrio que se queda en los ojos de quien lo vive. Un espacio habanero de los que tanto hablan nuestras canciones más cubanas. Sea un homenaje al día de la cultura nacional y mi interpretación más íntima de la Habana profunda. 



Al barrio habanero Jesús María 

Tiene el barrio en las esquinas 
mundo que levanta el ceño.
El barrio, mundo pequeño 
del dominó y las vecinas. 
Levanta sus bambalinas 
sus balcones colgadizos, 
sus tambores, sus hechizos 
de calabazas y güiras.
El barrio se abre y te mira 
te penetra sin permiso.





Las paredes se derrumban 
casi al ritmo de quien fragua.
Deja su grafitti el agua 
y las raíces enrumban 
el cerco que hasta la tumba 
cruzará la sobrevida,
pero el tambor ya convida
a no mirar esa mancha,
el tiempo pasa a sus anchas 
se para y corre, es la vida. 






El barrio te abre las manos 
al ritmo que marca el son,
te invita a un trago de ron,
te presta su canto sano. 
Cadencia de lo mundano 
que desconfía lo esquivo. 
Este barrio es un tiovivo
que rompe todo engranaje, 
se hizo jirones el traje,
para vivir y estar vivo.





Tu gente tiene la marca 
de sostener un país, 
eres cultura y raíz 
flotando a merced del arca. 
Fotografía que enmarca, 
un turista de esta feria. 
Salva a tu dios de la histeria 
que vende hasta tu vejez, 
pero salva de una vez 
hambre, tristeza y miseria. 




Puede tener tantas voces 
tanto sol, tantos horarios, 
tantos nombres, tanto armario
por desatar, tantos roces. 
Tanto altar para sus dioses
y gente de sangre fría.
Manos que esculpen el día, 
pernoctantes de portales. 
No sirven los santorales, 
¡Sálvate, Jesús María!





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